La luz solar es esencial para la síntesis de vitamina D y tiene efectos beneficiosos sobre el estado de ánimo. Sin embargo, la radiación ultravioleta (UV) (290 a 400 nm) es responsable de varios efectos perjudiciales agudos y crónicos en la piel humana, incluidas las quemaduras solares, el fotoenvejecimiento y el cáncer de piel.
La Academia Estadounidense de Pediatría, para bebés y niños pequeños, recomienda evitar el uso de productos con filtro solar en bebés menores de seis meses. Sin embargo, cuando no se dispone de vestimenta y sombra adecuadas, se puede aplicar una cantidad mínima de protector solar con al menos 15 FPS en áreas pequeñas, como la cara del bebé y el dorso de las manos. Dado que los bebés tienen una barrera cutánea inmadura, los productos de protección solar no deben irritar la piel y los ojos y tienen un bajo potencial de sensibilización. Aunque no se ha determinado la frecuencia de las reacciones adversas a los protectores solares en los niños, se ha informado de fotosensibilidad y dermatitis de contacto alérgica a partir de filtros orgánicos. Las emulsiones a base de aceite de filtros inorgánicos (es decir, dióxido de titanio, óxido de zinc) son preferibles a los filtros orgánicos para bebés y niños porque ofrecen protección de amplio espectro y tienen una irritación mínima, sensibilización y potencial de penetración en la piel.
Los filtros inorgánicos son compuestos minerales como el óxido de zinc y el dióxido de titanio que se cree que reflejan y dispersan la luz ultravioleta en un amplio rango de longitudes de onda. Sin embargo, los estudios han demostrado que estos compuestos, y en particular las preparaciones micronizadas, absorben más que reflejan la radiación UV. Los filtros solares inorgánicos son estables y, a diferencia de los filtros orgánicos, tienen un bajo potencial de irritación y sensibilización. Los protectores solares inorgánicos ofrecen protección de amplio espectro contra UVB, UVA de longitud de onda corta (UVA2) y UVA de longitud de onda larga (UVA1).
Se estima que la exposición solar que se recibe durante los años de niñez y adolescencia (0-18 años) supone alrededor del 80% del total que se recibirá a lo largo de toda la vida. Los efectos son acumulables y se pueden hacer patentes a largo plazo, ya que la piel tiene «memoria solar» o «crédito solar». Por ello, todas las acciones y medidas que contribuyan a disminuir la incidencia de los efectos nocivos derivados de la exposición solar adquieren una connotación sanitaria que sobrepasa la dimensión cosmética que inicialmente se asignó a los fotoprotectores.
Aunque los efectos nocivos a corto plazo de una sobreexposición a la radiación solar (eritema, insolación, hiperpigmentaciones, fotodermatosis) sean sobradamente conocidos y no revistan en sí mismos importancia clínica, se han descrito efectos a largo plazo que sí presentan graves consecuencias para la salud: inmunosupresión y carcinogénesis, cuya suma de efectos supone un factor de riesgo muy importante para el desarrollo de cáncer de piel. Algunos estudios experimentales han constatado que los individuos que han experimentado más de dos episodios de quemaduras solares severas durante los primeros 10 años de su vida corren un riesgo más elevado de desarrollar melanomas malignos en la edad adulta.
Los preparados pediátricos antisolares, por su condición de cosméticos destinados al público infantil, deben estar diseñados en el más estricto respeto a las peculiaridades dermatológicas de los más pequeños, sin por ello descuidar su función prioritaria: la protección frente a las radiaciones solares.
Bibliografía: www.elsevier.es / www.uptodate.com
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